Vasos de whisky

Hay veces en las que la forma y la función no es que se sigan ni vayan de la mano, es que copulan emitiendo ondas de placer que recogen todos los sentidos. Eso mismo sentí cuando brindé con esta preciosidad:

No hablo del whisky ¡que podría! sino del vaso, diseñado por Rikke Hagen para Normann.

Esas diagonales —tan escandinavas— le van perfectas al whisky, que necesita un vaso con el cuello algo más estrecho por arriba para retener mejor el aroma. La base también es bella y funcional a la vez: pesa pero no demasiado y pide descansar sobre la palma de la mano, algo que ayuda a calentar ligeramente el whisky, haciendo que se desprendan más sus aromas.

La página de producto de Normann (muy bien diseñada, por cierto) tiene una galería de fotos destacable. Las que siguen, sin embargo, las he hecho en casa hoy mismo:

Los vasos no los descubrí yo, fueron el regalo de cumpleaños de Sandra. Los llenamos de esta maravilla y brindamos por mis recién estrenados cuarenta.

Cuchillas honestas

Mi abuelo tenía un kit de afeitado sencillo y modesto, muy bonito. Además era compacto y muy práctico. Hace poco mi madre me lo regaló. Ahora es de las pocas cosas materiales que conservo de él, además de un buen puñado de genes. El kit es una cajita metálica con una maquinilla enroscable en tres piezas junto con algunas cuchillas sueltas de la marca “Celeste BETER”:

Aunque las cuchillas del estuche están sin usar y en perfecto estado, decidí comprar nuevas por reproducir la experiencia. Acostumbrado a la publicidad y el packaging exagerado del material de afeitado masculino, me llevé una sorpresa al ver cómo Gilette empaqueta y vende sus hojas de afeitar.

La caja, sin abrir, comprada hace dos semanas.

La caja, sin abrir, comprada hace dos semanas.

Sí, Gillette Platinum, nada más. Identidad corporativa reducida al mínimo, packaging sencillo y dentro hojas de afeitar. Punto.

¿Dónde estaban las alusiones a los coches deportivos, a la única Tecnología Sónica Inteligente  o a mujeres lubricando mientras se frotan contra tu cutis recién afeitado? ¿Dónde estaban los diseños futuristas de cinco materiales diferentes, docenas de texturas y aerodinámicas imposibles? ¿Dónde estaba el High Tech?

¡¿WTF?!

¡¿WTF?!


No alcanzo a entenderlo. No comprendo por qué Gillette ha sido honesto en su envase y su mensaje, por qué no ha jugado a las evocaciones, al diseño de representación que tanto criticaron los modernistas desde Loos a Aicher. Por qué no nos ha tratado de vender un estilo de vida en lugar de unas hojas de acero afiladas. Parece como si hubieran mantenido el mismo envase e identidad de hace medio siglo.

Existe en flickr una maravillosa colección de paquetes de cuchillas que merece la pena ver

Existe en flickr una maravillosa colección de paquetes de cuchillas que merece la pena ver

Lo primero que pensé fue que quizás su público objetivo —gente mayor que se afeita a la antigua— no se puede identificar con las ideas de juventud, tecnología y velocidad que se suelen usar para vender cuchillas hoy. Y que quizás por eso el packaging de hojas de afeitar no ha sucumbido a la absurda evolución de los últimos 30 años.

¿Qué ha pasado con los hombres de hoy que necesitamos juguetes y no herramientas para afeitarnos? (foto de Evolution in the Bathroom)

¿Qué ha pasado con los hombres de hoy que necesitamos juguetes y no herramientas para afeitarnos? (foto de Evolution in the Bathroom)

Pero eso no es así. No es que la tercera edad no sea susceptible de engaños evocativos. Ese segmento es, a menudo, el más bombardeado con mentiras y diseño cargado de falsas promesas.

Quizás ese diseño tan sencillo y directo sea porque hoy en día las hojas de afeitar tienen otros usos más diversos y distintos de los de mi abuelo, difíciles de targetear y por tanto no compensa adornar los mensajes. O quizás sea que en algún rincón de Gillette hay un departamento pequeñito, con poca visibilidad e ingresos moderados, de gente honesta que símplemente se preocupa por tener un producto decente y envasarlo convenientemente.

Más que mil imágenes

Además de cumplir bien su función, los objetos memorables, los que dejan huella, suelen apelar a todos los sentidos. Su tacto es especial, quizás su textura o su sedosidad. Son visualmente armónicos, a menudo simétricos y bien compuestos. Sus sonidos están cuidados y no molesta escucharlos: el shclap de un mechero Zippo o el flop de la puerta de un Mercedes cuando nos encerramos dentro. 

Si algo envidio de los diseñadores de productos tangibles es que pueden trabajar con todos los sentidos, mientras que nosotros, los diseñadores de interacción, nos tenemos que limitar a la vista, el oído y cierta evocación del tacto. Los dos más interesantes, olfato y gusto, se quedan en el estante de arriba, al que no alcanzamos ni de puntillas. Qué frustrante.

Hace tres semanas tuve la suerte de comer en L’Escaleta, al lado de la cocina, con el Chef Kiko Moya enseñándonos, explicándonos y dándonos a probar esto y lo otro. Nos hablaba del poder evocador de los sabores y con platos como su Espíritu de un Brioche nos catapultaba a la infancia a los cuatro comensales. 

Espíritu de un Brioche, la verdadera máquina del tiempo (fotografía de J. Terrés)

Espíritu de un Brioche, la verdadera máquina del tiempo (fotografía de J. Terrés)

Días después me pasó algo parecido, pero esta vez con los olores. Maddalen Marzol nos tuvo viajando por el mundo (no sólo por el tiempo) durante una hora y sin salir de la perfumería. Sastrerías de Saville Row, callejones de jazmines en el Albaicín,  los templos de Kyoto o la sombra de una higuera. Maia sabe infinito sobre lo que le gusta y a lo que se dedica: perfumes, perfumistas y esa potencia salvaje que tienen los aromas de evocarnos recuerdos.

La teletransportación es posible y se guarda en frascos pequeños.

La teletransportación es posible y se guarda en frascos pequeños.

Dice Daniel J. Levitin en The Organized Mind que nuestra ventaja evolutiva frente a otras especies no está en nuestra "memoria bruta" sino en nuestra capacidad de recuperar recuerdos y conectarlos. Levitin señala que hoy estamos expuestos a miles de veces más información que hace cien o mil años y sin embargo nuestro cerebro es esencialmente el mismo. Por eso, para ser capaces de adaptarnos a estas realidades, no es más retentiva lo que necesitamos sino mejores mecanismos de recuperación.

Las nuevas interfaces de búsqueda aún están por diseñar. Quién sabe, ojalá podamos buscar por olores o sabores para encontrar  y recuperar cosas como “películas que huelan a lluvia” o “infancia en casa de mis abuelos”. Cuando ese día llegue, los diseñadores tendremos que aprender de Kikos Moyas y Maddalens Marzols para poder hacer mejor nuestro trabajo. Porque está claro que si una imagen vale más que mil palabras, un sabor y un olor valen más que mil imágenes.

Intuitive and beautifully designed

Ducksboard realized early how valuable it is for a business to have all of their data in one place and they created a real-time platform that is robust, intuitive and beautifully designed,” said Lew Cirne, CEO and founder of New Relic.

Lew Cirne, CEO de New Relic

Hoy se ha hecho pública la compra de Ducksboard por parte de New Relic. Comprended lo feliz que estoy como diseñador y como socio de Ducksboard a través de Vostok Studio. 

Empecé a trabajar con el equipo fundador, los maravillosos Diego Mariño, Aitor Guevara y Jan Urbánski, cuando el proyecto eran dos o tres slides y algunos garabatos en una servilleta. He trabajado con pocos equipos tan competentes y a la vez con tanta confianza en nuestros principios de diseño. 

Prometo más adelante escribir sobre la filosofía de diseño que aplicamos desde el principio y de la que nos sentimos tan seguros. Ahora prefiero celebrarlo brindando por el equipo fundador.

 

Sargadelos, espacio y tiempo

La cerámica de Sargadelos, esa loza azul y blanca gallega que todos hemos visto alguna vez, tiene algo que la hace única si te interesa el baile histórico entre ideas políticas, industria y belleza.

La historia de Sargadelos es larga y convulsa: dos siglos de abrir y cerrar la fábrica. Periodos boyantes seguidos de otros malos, diferentes gestiones y métodos de producción y siempre interés por la innovación tecnológica. Sin embargo, desbrozando entre todo ese ir y venir de dueños, gestores y diseños, hay algo, un giro histórico, realmente interesante:

En los años cincuenta, el ceramista Díaz Pardo abre una fábrica en Sada (Galicia). Poco después viaja a Argentina y entra en contacto con algunos intelectuales españoles en el exilio, entre los que destacaba Luis Seoane. Juntos se proponen recuperar antiguas formas de la iconografía gallega pero hacerlo en el zeitgeist del momento, muy cercano a las ideas de la Bauhaus:

  • La fusión de lo artístico con lo industrial.

  • La difusión de lo artístico más allá de las clases pudientes.

  • La dignificación del trabajo con plantas circulares en las que los trabajadores no ocupan un solo puesto sino que rotan y participan en todo el proceso.

A todo esto lo llamaron el Laboratorio de Formas que, tras una primera etapa en Buenos Aires, se convierte en el Sargadelos actual, en Galicia. Fue, quizás, la única experiencia bauhausiana de España. Eso es notorio y pocas personas lo saben.

Pero aún no he contado lo que para mí es lo más interesante...

El Laboratorio de Formas movió un producto basado en una belleza temporal y local a una belleza universal, apreciable por cualquier cultura en cualquier momento de la historia. Y lo han hecho manteniendo los elementos identitarios. Creo que esta comparación lo ilustra bien:
 

A la izquierda una sopera de Sargadelos de 1845. A la derecha la bombonera Cil Follellas Azul que me trajo Sandra de su tierra hace poco.

A la izquierda una sopera de Sargadelos de 1845. A la derecha la bombonera Cil Follellas Azul que me trajo Sandra de su tierra hace poco.

Para comprender qué hace que las cosas sean bellas, tenemos que fijarnos en dos factores: 

  • Su lugar, dónde ocurren geográfica y culturalmente.

  • Su tiempo: el momento histórico en el que se están considerando bellas.

Estos dos factores, espacio y tiempo de la belleza, se combinan de formas curiosas. Algo puede ser:

Bello aquí y ahora
Es el atractivo de las modas locales, las tendencias de pandilla, barrio o ciudad. 

Bello aquí y siempre
Las estéticas tradicionales, los bailes y las músicas regionales, los colores que gustan en cada lugar.

Bello en todos lados y ahora
Las referencias globales, la cultura pop expandida por todo el planeta desde la TV o internet.

Bello en todos lados y siempre
Lo que gusta siempre, en cualquier lugar. La geometría, la simplicidad, la simetría, los ritmos con reiteraciones...

El último punto es el de las cosas que no envejecen y que deleitan a personas de muy diferentes orígenes y culturas. Esa es la belleza universal, la que ocupa todo el vector de tiempo y el de geografía. Y ese es el logro formal del último Sargadelos: mover su producto del cuadrante de belleza aquí+ahora a la belleza universal y atemporal, entendible por cualquier cultura en cualquier momento. 

Yogures caseros y la Braun Yg-1

Dos de los primeros sabores que recuerdo de pequeño son el del huevo pasado por agua y el del yogur que hacíamos en casa con una yogurtera. Aún no existían los tetrabricks y la leche venía pasteurizada, en botella o bolsa. Duraba menos pero conservaba mejor sus propiedades.

Cuando hace unos días cayó en mis manos esta yogurtera Braun, disfruté primero de contemplar su diseño, extremadamente mínima y funcional, y después bajé corriendo a por leche fresca y algo de yogur ecológico para empezar a producir todo lo rápido que pudiera.

 

En ocho horas tenía seis vasitos de yogur aún caliente pero delicioso. Me comí los cinco y guardé el sexto para hacer más. Y así hasta siete u ocho veces seguidas en que hay que meter yogur o bacteria nueva para renovar el proceso. 

La diseñó, cómo no, Dieter Rams en 1977 y la llamaron Yg-1. Muchas cosas saltan a la vista en su simplicidad: una sola pieza (fácil de limpiar), sin botones (se activa enchufada, se desactiva desenchufada), sin termostatos ni piezas que hagan lo que puede hacer cualquier persona con algo de atención. Los tamaños, las proporciones, las roscas de los vasitos... detalles que no encuentras en los electrodomésticos de hoy.

Braun ya no fabrica yogurteras pero sigue habiendo muchos modelos, quizás no con esa sencillez y sobriedad, pero más que decentes y por menos de 30€. Con o sin Braun, hacer yogures caseros es fácil, barato y muy sano. 

 

Wabi Sabi

Acabo de terminar la lectura de Wabi-Sabi: for Artists, Designers, Poets & Philosophers. Lo leí por recomendación (y préstamo) de socio Jesús. Y yo, a su vez, se lo recomiendo a los pocos que seguís pasando por aquí de vez en cuando.

Wabi-Sabi es un concepto japonés que hace referencia a la belleza de lo imperfecto, lo impermanente y lo incompleto.

Nada es perfecto en la naturaleza, al menos en el sentido geométrico-euclidiano en que lo concibe occidente. Nada es impermanente porque todo está en proceso, todo en la vida nace o muere. Y nada es completo porque si lo fuera, sería perfecto y permanente, porque la completitud no existe en la naturaleza; es sólo una abstracción ideada por el hombre.

Esta estética, surgida alrededor de la vieja ceremonia del té, tiene mucho de melancólico y otoñal. Es la estética de los objetos que envejecen con el uso, que están hechos de materiales orgánicos, que tienen vida propia.

Wabi-Sabi es la madera, el metal oxidado, el cáñamo, la tela cruda, la cerámica…

Lo que más me sorprendió del libro fue la comparación que hace el autor entre el Wabi-Sabi y la estética modernista nacida en Europa con la Bauhaus y reivindicada por la Escuela de Ulm (encarnada en Braun).

Similitudes

  • Las dos se refieren a cualquier objeto, espacio o diseño creado por el hombre.

  • Las dos surgen como reacciones contundentes contra las sensibilidades establecidas. El modernismo surge contra el eclecticismo y el clasicismo del s. XIX; el Wabi-Sabi surge por oposición al perfeccionismo chino del s. XVI.

  • Las dos evitan cualquier ornamentación que no es consustancial a la estructura.

  • Ambas son representaciones abstractas de la belleza.

  • Ambas son claramente identificables por las superficies de sus objetos: el modernismo es pulido, limpio y regular; el Wabi-Sabi es rugoso, imperfecto y crudo.

Principales diferencias

  • El modernismo implica una visión del mundo racional, el Wabi-Sabi propone una visión intuitiva.

  • El modernismo propone principios absolutos; el Wabi-Sabi los propone relativos.

  • El modernismo busca productos fabricables en serie, reproducciones exaxctas; el Wabi-Sabi produce objetos únicos y artesanales.

  • El modernismo expresa su fe en el progreso y mira al futuro; para el Wabi-Sabi no hay progreso ni futuro.

  • El modernismo se basa en la organización geométrica de la forma; el Wabi-Sabi se basa en la forma orgánica.

  • El modernismo usa materiales artificiales; el Wabi-Sabi usa materiales naturales.

  • El modernismo se expresa desde la pureza; en el Wabi-Sabi la corrosión y la degradación enriquecen la expresión.

  • El modernismo es luminoso y brillante; el Wabi-Sabi es oscuro y mate.

El libro me ha recordado la casa del pueblo de mis abuelos. Siempre me gustó fijarme en las herramientas de labranza, en cómo envejecían y eran más agradables cuanto más viejas. La madera se iba puliendo con el uso, el metal de las azadas se corroía por unos sitios y se pulía por los otros, por los que tocaban la tierra. Todas esas herramientas envejecían y lo hacían con mucha dignidad.

Tom Kelley, de IDEO, decía en algún sitio que las personas desarrollamos vínculos emocionales con los productos que envejecen con nosotros (los pantalones vaqueros, las cámaras de fotos, los coches…). El desgaste que experimentan nos recuerda que han vivido con nosotros, que nos han acompañado de cerca.

Los productos de hoy en día envejecen fatal. Quizás porque abusan del plástico, porque apenas tienen materiales orgánicos. Quizás si hubiera más tela o más madera en los gadgets de hoy en día… Quizás si las cámaras digitales tuvieran cuero como las de antes, o el scrollwheel del iPod se desgastase con el uso…