Principios vs. Metodología

Cuando era un diseñador joven e inexperto, sentía fascinación por la metodología de diseño centrado en el usuario y todas sus técnicas. A los pocos años mi forma de entender el trabajo cambió.

En la universidad había tenido asignaturas enteras dedicadas a estudiar a las personas, a observar sus comportamientos y circunstancias y a hacerlo desde el rigor de cada una de las técnicas. Al poco de entrar a trabajar en IconMedialab como junior tuve que montar el primer user lab de la compañía en Madrid y conducir mis primeros tests de usabilidad. Yo era feliz haciendo las cosas con rigor, siguiendo los protocolos, con muestreos válidos y variables acertadas.

Pasado algún tiempo -dos o tres proyectos, diría yo-, me di cuenta de que eso no bastaba. Empecé a sentir que seguir los caminos y las normas no me llevaba a construir nada sólido, no me daba certezas. Terminaba con diseños que tenían todos los checks de calidad metodológica pero sentía que faltaba algo. No estaba seguro de estar dando en el clavo.

De forma más o menos intuitiva, dejé de leer sobre métodos y ciencias sociales y me centré más en disciplinas proyectuales: diseño de producto y arquitectura, aderezadas con algo de psicología. Estudié a los clásicos, los diseñadores y sus productos. Esas disciplinas se medían por el resultado, más que por el método. No importaba tanto el cómo sino el QUÉ, el resultado del trabajo. Fui comprendiendo que esos clásicos tenían todos sus formas distintas de trabajar y que lo común a todos esos buenos productos era que se habían proyectado conforme a principios de diseño universales y no si se había seguido una u otra metodología en su concepción.

La metodología dice cómo hay que hacer las cosas sin garantizar certezas. Por el contrario, los principios dicen "esto funciona" sin que importe el camino por que llegues a allí.

Una metodología se basa en unas premisas sobre una realidad determinada y propone un set de técnicas para trabajar sobre esa realidad. La más aceptada en diseño de interacción y experiencia de usuario es la metodología DCU (Diseño centrado en el usuario), muy enraizada en la investigación social. Su premisa es esta

"El proceso de diseño consta de varias etapas en las que las decisiones deben extraerse o validarse mediante pruebas con usuarios reales"

De esta premisa se deriva un proceso, una cronología:

  1. investigación con usuarios

  2. inventariado de contenidos

  3. estructura de contenidos y arquitectura de info

  4. prototipado de baja fidelidad

  5. prototipado de alta fidelidad

Y un conjunto de técnicas más o menos adecuadas para cada uno de los momentos: 

  • la entrevista

  • la observación contextual, etnografía concurrente, etc.

  • el carsorting

  • el test de usabilidad

  • etc.

La metodología te dice por dónde ir (proceso) y qué hacer en cada momento (técnicas). Todas las decisiones de diseño, desde las más funcionales a las de estructura o aspecto dependen de los usuarios y de la circunstancia. Nada se da por bueno si no se ha validado mediante pruebas.

Los principios, por el contrario, no tratan de determinar un camino. No dicen: ve por aquí, aplica estas técnicas en este orden, haz A y obtendrás B. No te dan fórmulas, ni personas ni lugares. Te dan certezas. Te dicen: "esto funciona, otras cosas no sé, pero esto funciona, ahora y siempre".

Los principios de diseño son universales: verdades contrastadas una y mil veces que nos dicen lo que funciona en Madrid, Buenos Aires, Osaka o Cape Town, y que no sólo funciona ahora sino que lo ha hecho siempre.

Para que los principios sean válidos necesitan basarse en cosas inmutables: nuestra anatomía, los procesos básicos de nuestra psique y las reglas de la física. Cosas que no cambian. Son pocas pero son ciertas.

Scott McCloud, en Entender el Cómic (ojo, uno de los mejores libros que existen sobre diseño de información), nos da muchos principios universales. Éste es de mis favoritos:

Otros ejemplos:

  • tenemos preferencia por lo geométrico

  • hay cuatro o cinco maneras de diferenciar un elemento

  • la estética influye en la percepción de usabilidad

  • cuando nos estresamos perdemos ángulo de visión

  • etc.

Hacer diseño basado en principios es no preocuparse tanto por la  secuencia de trabajo y hacerlo más por tomar decisiones, que cada una de ellas tenga base sólida y entre ellas se avengan.

Haber parido muchos productos interactivos me ha enseñado otra cosa por la que estoy muy convencido de este enfoque: cuando diseñamos algo no vamos en linea recta, no seguimos paso a paso el ABC. Saltamos de A a F, volvemos B, ajustamos A y seguimos por J. Lo vemos todo de lejos y volvemos a hacer ajustes en B y así hasta que todo encaja. El trabajo del diseñador no es lineal. Es un zoom-in/zoom-out en el que ajustamos el micro y el macro constantemente hasta que sabemos que todo el sistema es armónico y funcional.

Forma no sigue a función, bailan juntas, se cortejan la una a la otra.

El buen diseño no tiene guión, tiene principios. Ese es el que perdura. No sólo porque su naturaleza sea atemporal, sino porque está mejor armado. Todo encaja con todo.

Si asumimos que las decisiones emanan únicamente del estudio de los usuarios, es normal que se valore más a quien sabe de investigación con usuarios que a quien posee certezas de diseño, a quien diseña conforme a principios.

Entronizar la metodología tiene riesgos. En nombre del diseño centrado en el usuario hemos creado una categoría de profesionales que sabe de métodos pero que tiene severas carencias en principios de diseño. Les hemos dado una placa en la que dice 'consultor UX' y confiado el liderazgo en la creación de muchos productos digitales. No me extraña que algunos sientan angustia cuando hay que tomar decisiones de diseño.

Llevo años formando a buenos diseñadores mediante principios universales. No excluyo las técnicas, que son valiosísimas para conseguir definir mejor los problemas. Pero tengo claro que el proceso es secundario. Prefiero que hagan cien ejercicios donde aprendan a aplicar uno o dos principios bien y que entiendan la relación entre bosque y árboles, los qués y los cómos, lo macro y lo micro. Dominando los principios, pueden manejar el proceso a su antojo, adecuándolo mejor a sus forma de pensar o a las circunstancias reales de un proyecto.

Si quieres introducirte en principios universales de diseño, te recomiendo estos tres libros sencillos y técnicamente asequibles:

Al final, si dominas los principios, serás capaz de diseñar la app de hoy y la tecnología de pasado mañana. Como a menudo les digo a mis alumnos, en el Teléfono modelo 500 de Henry Dreyfuss que hay en la entrada del estudio está todo lo que necesitan saber para diseñar una buena aplicación táctil.

Si tienes observaciones, preguntas o quieres compartir alguna experiencia, no dudes en dejar un comentario debajo o twittear sobre ello (puedes usar el hashtag #terremotonet).

El día en que el diseñador se quitó la corbata

"El día en que el diseñador se quitó la corbata
perdió su silla en el consejo de dirección".

Eso fue lo primero que les dije a los alumnos de La Nave Nodriza en una charla a la que me invitaron la semana pasada. Obviamente, no había ni uno con corbata. Yo tampoco, pero la hubiera llevado de no ser por el calor que hacía ese día en Madrid.

¿Por qué les solté eso? ¿Qué quise decir?

Me venían a la cabeza la vieja guardia norteamericana, los padres, los que lo empezaron todo: Dreyfuss, Teague, Loewy y más tarde Buckminster Fuller.

Loewy, de la Lata de Cocacola a la locomotora sin perder el estilo.

Loewy, de la Lata de Cocacola a la locomotora sin perder el estilo.

Dreyfuss, el padre de la ergonomía moderna. Un señor serio.

Dreyfuss, el padre de la ergonomía moderna. Un señor serio.

Sentarse en la mesa de diseño no exime a Teague de perder la clase. Es un señor.

Sentarse en la mesa de diseño no exime a Teague de perder la clase. Es un señor.

Buckminster Fuller en un tres piezas. Al fondo su cúpula geodésica.

Buckminster Fuller en un tres piezas. Al fondo su cúpula geodésica.

También los escandinavos Jacobsen o Saarinen, todos impecables siempre.

Arne Jacobsen en el SAS building de Copenhague, bien peinado.

Arne Jacobsen en el SAS building de Copenhague, bien peinado.

Pero sobre todo me acordé de los centroeuropeos, de Aicher, Gugelot, Conrad...

Gugelot y Aicher, gestaltung-ingenieur-superheroes

Gugelot y Aicher, gestaltung-ingenieur-superheroes

Hans G. Conrad, le contó Lufthansa al mundo sin despeinarse.

Hans G. Conrad, le contó Lufthansa al mundo sin despeinarse.

Y hasta de algún italiano, cómo no.

Marco Zanuso. Sí, italiano.

Marco Zanuso. Sí, italiano.

Esos hombres no se quitaban la corbata nunca, ni con los clientes, ni en el estudio ni para dar clase. A veces no era corbata sino pajarita, como Eames o Fuller en alguna ocasión. Pero siempre elegantes y formales, ya me entienden.

Un día Charles Eames vistió la HfG de Ulm. Me estalla la cabeza.

Un día Charles Eames vistió la HfG de Ulm. Me estalla la cabeza.

No es que llevasen corbata para ser influyentes, es que eran influyentes y por eso llevaban corbata. Su forma de vestir delataba una manera de entender el diseño, la del producto como estrategia. El traje era un signo y una consecuencia de ello.

Grandes entre los grandes

Grandes entre los grandes

Con su trabajo levantaron a Polaroid, Braun, Lufthansa, Honeywell, Olivetti o Siemens... Diseñaron las radios, los muebles, los teléfonos, los coches y tractores, los edificios y la comunicación de todo lo que dejó huella entre los años 40 y los 70.

Diseñando para Honeywell, sin chaqueta pero con corbata. Y remangados.

Diseñando para Honeywell, sin chaqueta pero con corbata. Y remangados.

No eran artistas, eran ingenieros. Su trabajo estaba en el corazón de la estrategia de las empresas que los contrataban. Ellos definían, junto con los más altos directivos no sólo el "cómo" sino el "qué" de la actividad empresarial de aquellos años.

Y llegaron los 70, Vietnam, el movimiento hippie, la contracultura. Con ellos una revuelta contra todo lo que fuera mercado, contra lo serio y lo racional, contra la modernidad.

Los 70 eran posmodernos: no hay una verdad sino tantas como personas, todo es válido, todo es aceptable. Si la modernidad decía que dos más dos siempre son cuatro, la posmodernidad replicaba que no, que dos mas dos puede ser tres, un millón o margaritas azules.

Los diseñadores posmodernos no buscaban la racionalidad. Para ellos la forma no seguía a la función sino a la expresión. No se consideraban gestalt-ingenieurs como los de Ulm sino evocadores de sensaciones, sentimientos... No querían diseñar electrodomésticos sino portadas de discos. Preferían el pincel al cartabón, les aburría la neutralidad silenciosa del Citromatic. Mucho mejor el humor y la chispa del Juicy Saliff.

Querían contar historias, no crear productos. No les importaba el negocio, eran juglares. Y se quitaron la corbata.

El resto de la historia os lo podéis imaginar: dejaron de ser estrategia, de definir el 'qué' de las compañías. Ya no les contrataban los CEOs ni los consejos de administración. No diseñaban el producto, diseñaban el envoltorio. Ahora les pagaba marketing. De ellos, unos pocos creaban moda, los más las seguían. Y lo que es parte de la moda ya se sabe: caduca al poco tiempo y hay que renovarlo cada temporada.

Pasó mucho tiempo hasta que alguien recuperó el diseño de la bacanal contracultural, del hippismo, el punk y hasta el new wave y lo devolvió a la estrategia de las compañías, al hacer bien, a la belleza desde la razón y la utilidad. Es divertido ver que esa persona lo hizo con un medio windsor anudado al cuello. 

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Wabi Sabi

Acabo de terminar la lectura de Wabi-Sabi: for Artists, Designers, Poets & Philosophers. Lo leí por recomendación (y préstamo) de socio Jesús. Y yo, a su vez, se lo recomiendo a los pocos que seguís pasando por aquí de vez en cuando.

Wabi-Sabi es un concepto japonés que hace referencia a la belleza de lo imperfecto, lo impermanente y lo incompleto.

Nada es perfecto en la naturaleza, al menos en el sentido geométrico-euclidiano en que lo concibe occidente. Nada es impermanente porque todo está en proceso, todo en la vida nace o muere. Y nada es completo porque si lo fuera, sería perfecto y permanente, porque la completitud no existe en la naturaleza; es sólo una abstracción ideada por el hombre.

Esta estética, surgida alrededor de la vieja ceremonia del té, tiene mucho de melancólico y otoñal. Es la estética de los objetos que envejecen con el uso, que están hechos de materiales orgánicos, que tienen vida propia.

Wabi-Sabi es la madera, el metal oxidado, el cáñamo, la tela cruda, la cerámica…

Lo que más me sorprendió del libro fue la comparación que hace el autor entre el Wabi-Sabi y la estética modernista nacida en Europa con la Bauhaus y reivindicada por la Escuela de Ulm (encarnada en Braun).

Similitudes

  • Las dos se refieren a cualquier objeto, espacio o diseño creado por el hombre.

  • Las dos surgen como reacciones contundentes contra las sensibilidades establecidas. El modernismo surge contra el eclecticismo y el clasicismo del s. XIX; el Wabi-Sabi surge por oposición al perfeccionismo chino del s. XVI.

  • Las dos evitan cualquier ornamentación que no es consustancial a la estructura.

  • Ambas son representaciones abstractas de la belleza.

  • Ambas son claramente identificables por las superficies de sus objetos: el modernismo es pulido, limpio y regular; el Wabi-Sabi es rugoso, imperfecto y crudo.

Principales diferencias

  • El modernismo implica una visión del mundo racional, el Wabi-Sabi propone una visión intuitiva.

  • El modernismo propone principios absolutos; el Wabi-Sabi los propone relativos.

  • El modernismo busca productos fabricables en serie, reproducciones exaxctas; el Wabi-Sabi produce objetos únicos y artesanales.

  • El modernismo expresa su fe en el progreso y mira al futuro; para el Wabi-Sabi no hay progreso ni futuro.

  • El modernismo se basa en la organización geométrica de la forma; el Wabi-Sabi se basa en la forma orgánica.

  • El modernismo usa materiales artificiales; el Wabi-Sabi usa materiales naturales.

  • El modernismo se expresa desde la pureza; en el Wabi-Sabi la corrosión y la degradación enriquecen la expresión.

  • El modernismo es luminoso y brillante; el Wabi-Sabi es oscuro y mate.

El libro me ha recordado la casa del pueblo de mis abuelos. Siempre me gustó fijarme en las herramientas de labranza, en cómo envejecían y eran más agradables cuanto más viejas. La madera se iba puliendo con el uso, el metal de las azadas se corroía por unos sitios y se pulía por los otros, por los que tocaban la tierra. Todas esas herramientas envejecían y lo hacían con mucha dignidad.

Tom Kelley, de IDEO, decía en algún sitio que las personas desarrollamos vínculos emocionales con los productos que envejecen con nosotros (los pantalones vaqueros, las cámaras de fotos, los coches…). El desgaste que experimentan nos recuerda que han vivido con nosotros, que nos han acompañado de cerca.

Los productos de hoy en día envejecen fatal. Quizás porque abusan del plástico, porque apenas tienen materiales orgánicos. Quizás si hubiera más tela o más madera en los gadgets de hoy en día… Quizás si las cámaras digitales tuvieran cuero como las de antes, o el scrollwheel del iPod se desgastase con el uso…