De la Casa Blanca a Vostok

El viernes pasado tuvimos una visita especial en clase. Hablamos de la campaña de Obama y de su primera web como presidente, del trabajo de Blue State Digital. De la forma de entender la relación entre diseño, estructura y contenido de Andrew Hearst, Content Strategist para whitehouse.gov en la primera etapa de Obama.

Un tipo interesante

Un tipo interesante

Andrew nos describió la transición a toda velocidad que tuvieron que hacer desde la vieja web de Bush, mucho más institucional. Nos habló de equipos de emergencia, nos contó y nos enseñó documentación del proyecto, los principios que habían seguido y hasta los mockups de la web que no salieron adelante. ¡Qué privilegio! 

Fue muy interesante entender cómo se produce la transición de un equipo y una filosofía de diseño y comunicación a otra: de una imagen institucional y conservadora a otra más dinámica, más visual y con un énfasis mucho más fuerte en los mensajes. Y todo eso aplicado a una de las webs más importantes del mundo y sobre la que todos los ojos estaban puestos.

Hearst tiene experiencia muy amplia en proyectos de fundraising para causas humanitarias o de cambio positivo, algo muy habitual entre la cartera de clientes de Blue State Digital. Nos contó y nos enseñó mucho acerca de cómo trabajan para diseñar las campañas y maximizar los resultados.

Por último, dado que en su última etapa trabaja como freelance, Andrew Hearst nos habló de las diferencias de una y otra forma de hacer, de su visión personal de cómo afrontar proyectos y del tipo de trabajos que prefería hacer. 

Su clase fue natural y transparente, sin mucho guión ni artificio, amena. El resultado: sentir que estuvimos de espectadores en esos procesos y poder anticiparlos cuando estemos en proyectos similares.


Los ocho alumnos del Programa Vostok V

El 3 de octubre de 2014 empezaremos la quinta edición del Programa Vostok y estos serán sus alumnos:

En la gente que selecciono intento ver no sólo lo que saben hacer sino lo que pueden llegar a hacer. Me preguntan a veces que qué valoro. Es sencillo: inteligencia, capacidad y ganas. Mi objetivo es poder sentir orgullo cuando en unos años brillen mucho más de lo que lo hacen ahora y pensar que algo de lo que aprendieron en el curso les valió. 

Se han quedado fuera unas treinta personas. A algunas no les vi suficientes ganas, a otras les vi ganas e inteligencia pero aún les faltaba mejorar sus capacidades, en otras vi que el curso no era lo mejor para su necesidad. Hubo algunos que tenían todo lo que yo buscaba pero simplemente había que cortar por algún lado para cumplir con el compromiso de que sean sólo ocho.

Quiero agradecer a Cabify y Minube que hayan confiado en mi para formar a sus diseñadores. Tengo la sensación de que hemos acertado en la selección y eso ya es la mitad del recorrido.

Parece un grupo muy bueno, espero estar a la altura. 

Sargadelos, espacio y tiempo

La cerámica de Sargadelos, esa loza azul y blanca gallega que todos hemos visto alguna vez, tiene algo que la hace única si te interesa el baile histórico entre ideas políticas, industria y belleza.

La historia de Sargadelos es larga y convulsa: dos siglos de abrir y cerrar la fábrica. Periodos boyantes seguidos de otros malos, diferentes gestiones y métodos de producción y siempre interés por la innovación tecnológica. Sin embargo, desbrozando entre todo ese ir y venir de dueños, gestores y diseños, hay algo, un giro histórico, realmente interesante:

En los años cincuenta, el ceramista Díaz Pardo abre una fábrica en Sada (Galicia). Poco después viaja a Argentina y entra en contacto con algunos intelectuales españoles en el exilio, entre los que destacaba Luis Seoane. Juntos se proponen recuperar antiguas formas de la iconografía gallega pero hacerlo en el zeitgeist del momento, muy cercano a las ideas de la Bauhaus:

  • La fusión de lo artístico con lo industrial.

  • La difusión de lo artístico más allá de las clases pudientes.

  • La dignificación del trabajo con plantas circulares en las que los trabajadores no ocupan un solo puesto sino que rotan y participan en todo el proceso.

A todo esto lo llamaron el Laboratorio de Formas que, tras una primera etapa en Buenos Aires, se convierte en el Sargadelos actual, en Galicia. Fue, quizás, la única experiencia bauhausiana de España. Eso es notorio y pocas personas lo saben.

Pero aún no he contado lo que para mí es lo más interesante...

El Laboratorio de Formas movió un producto basado en una belleza temporal y local a una belleza universal, apreciable por cualquier cultura en cualquier momento de la historia. Y lo han hecho manteniendo los elementos identitarios. Creo que esta comparación lo ilustra bien:
 

A la izquierda una sopera de Sargadelos de 1845. A la derecha la bombonera Cil Follellas Azul que me trajo Sandra de su tierra hace poco.

A la izquierda una sopera de Sargadelos de 1845. A la derecha la bombonera Cil Follellas Azul que me trajo Sandra de su tierra hace poco.

Para comprender qué hace que las cosas sean bellas, tenemos que fijarnos en dos factores: 

  • Su lugar, dónde ocurren geográfica y culturalmente.

  • Su tiempo: el momento histórico en el que se están considerando bellas.

Estos dos factores, espacio y tiempo de la belleza, se combinan de formas curiosas. Algo puede ser:

Bello aquí y ahora
Es el atractivo de las modas locales, las tendencias de pandilla, barrio o ciudad. 

Bello aquí y siempre
Las estéticas tradicionales, los bailes y las músicas regionales, los colores que gustan en cada lugar.

Bello en todos lados y ahora
Las referencias globales, la cultura pop expandida por todo el planeta desde la TV o internet.

Bello en todos lados y siempre
Lo que gusta siempre, en cualquier lugar. La geometría, la simplicidad, la simetría, los ritmos con reiteraciones...

El último punto es el de las cosas que no envejecen y que deleitan a personas de muy diferentes orígenes y culturas. Esa es la belleza universal, la que ocupa todo el vector de tiempo y el de geografía. Y ese es el logro formal del último Sargadelos: mover su producto del cuadrante de belleza aquí+ahora a la belleza universal y atemporal, entendible por cualquier cultura en cualquier momento. 

Sonido, interfaces y McLuhan

Hace diez años escribí defendiendo el uso de sonido en las interfaces de usuario. Mi argumento era que el sonido es una de las formas más efectivas para dar feedback que tiene un sistema porque no necesita de la atención del usuario y porque con el sonido se pueden decir muchas cosas. 

Mis ideas recibieron docenas de críticas, entre ellas una de Enrique Dans  que recuerdo con simpatía por la viñeta que ilustraba su post. Casi todas hacían referencia a lo intrusivo y poco discreto que era el sonido. Tenían razón en ese argumento pero el tiempo ha demostrado que los pros son superiores a los contras. El sonido se ha impuesto. Lo hemos aceptado de manera natural.

Hoy reordenaba libros en el estudio y me ha dado por hojear algunos de McLuhan que leí en la carrera y en mis primeros años de trabajo:

Lean a McLuhan y déjense de tanto Medium

Lean a McLuhan y déjense de tanto Medium

Cito de uno de ellos:

El oído no favorece ningún ‘punto de vista’ en especial. Estamos rodeados por sonido. Forma una red contínua alrededor nuestro. Decimos “que la música llene el aire”, pero nunca decimos “Que la música llene un segmento particular del aire”.

Oímos sonidos de todos lados sin tener nunca que centrar nuestra atención en ellos. Los sonidos vienen de “encima”, de “debajo”, de “en frente” de nosotros, de “detrás” de nosotros, de nuestrs “derecha” de nuestra “izquierda”. No podemos apagar el sonido de forma automática. Simplemente no estamos equipados con pestañas. Mientras que el espacio visual es un continuo ordenado de cosas relacionadas uniformes, el mundo del oído es un mundo de relaciones simultáneas.

 

Todos, sin mirar la pantalla de nuestro smartphone sabemos cuando nos ha llegado un mensaje de whatsapp, cuándo es una llamada o cuándo es una mención de twitter.  El ordenador nos avisa de cuando nos quedamos sin batería o si es la hora de una reunión que teníamos programada. Lo mismo hace nuestro coche: pita cuándo ha entrado en reserva o si nos acercamos mucho al coche de detrás al aparcar, todo mediante sonidos. 

Lo cierto es que si pudiéramos elegir, probablemente preferiríamos el sonido a la imagen precisamente por lo que dijo McLuhan hace… ¡Cincuenta años!

El sonido es multidireccional, multidimensional y no necesita de nuestra atención. Es mucho más intrusivo que la imagen, sí, pero justo por eso es bueno para ciertas cosas. No para todas, sólo para cuando un evento realmente requiere nuestra atención.

Mis impresiones de Design is One

Ayer por la tarde disfruté de una sesión-homenaje al recientemente fallecido Massimo Vignelli. Consistió en la proyección de un documental y una charla coloquio posterior con profesionales muy notables del diseño gráfico nacional. El acto, organizado por Play Restart, con la colaboración de Canal Plus, supone un esfuerzo notorio sin ánimo de lucro. Algo muy de agradecer.

Cartel de la película

Cartel de la película

El documental, titulado Design is One y producido por la firma de los protagonistas, Vignelli Associates, me dejó un sabor de boca tirando a amargo. Mucho personalismo y un discurso más formalista de lo que jamás hubiera imaginado en los Vignelli.

La película tiene varios hilos temáticos que se entrelazan:

· la historia del matrimonio y su estudio
· su obsesión minimalista en todo
· su 'estilo' 
· el reconocimiento a su figura
· la idea de que son pareja creativa

Aquí el trailer:

Esperaba un documental que me ayudase a comprender a los Vignelli desde su trabajo, desde el discurso que emanan sus proyectos. Sin embargo me encontré con un reportaje de celebridades donde se hablaba poco de diseño como algo serio y mucho de joyas, decoración y estilo. 

No me gustó ver a unos Vignelli más preocupados por su imagen pública, por que se les recordase a ellos que por que su obra perdurase. Justo alguien que habla del diseño timeless se nos mostró obsesionado por hacer timeless su persona. 

Eché de menos más minutos sobre el plano del metro de Nueva York y su señalética, quizás la obra más compleja e interesante, la más estructural de todas. Me sobraron los casos de 'bonitismo' elitista, de ensalzar las formas puras desde una actitud no técnica sino estética.

Fue muy interesante escuchar el coloquio posterior, en especial a Alberto Corazón, obviamente cargado de anécdotas vividas con los Vignelli en primera persona. Sin embargo, me entristeció un poco confirmar algo que ya intuía: el diseño gráfico español mira más a la USA de los 80 que a la europa de los 60, que casi desconoce, mucho más técnica y menos formalista.

Tengo por máxima que somos lo que hacemos. Si la aplicase a lo que vi en ese documental, mi imagen de los Vignelli se iría al garete: aristocracia estética, diseño de evocación, sillas y vajillas. Diseño como decoración, como maquillaje.

Mientras veía los trabajos y las justificaciones, me venía a la cabeza este pasaje de Aicher en El Mundo como Proyecto:

Extracto de El Mundo como Proyecto, de Otl Aicher

Extracto de El Mundo como Proyecto, de Otl Aicher

Prefiero quedarme con el plano del NYC Subway para curar la decepción o quizás volver a verme esta entrevista, del Vignelli que sí valoro:

Aprovecho para dar las gracias a Play Restart todo el evento, que desde luego mereció mucho la pena, y para hacerles una sugerencia para la próxima temporada, quizás hasta en forma de careo: usa vs europa, el diseñador artista vs el gestalt-ingenieur, la solución de problemas estéticos contra la solución de problemas funcionales, Milton Glaser vs Otl Aicher...  ¿Qué me decís?

 

Si también estuviste en el homenaje o si has visto el video y deseas compartir tu opinión, por favor usa los comentarios del blog debajo o el hashtag #terremotonet si decides hablar de ello en twitter.

El día en que el diseñador se quitó la corbata

"El día en que el diseñador se quitó la corbata
perdió su silla en el consejo de dirección".

Eso fue lo primero que les dije a los alumnos de La Nave Nodriza en una charla a la que me invitaron la semana pasada. Obviamente, no había ni uno con corbata. Yo tampoco, pero la hubiera llevado de no ser por el calor que hacía ese día en Madrid.

¿Por qué les solté eso? ¿Qué quise decir?

Me venían a la cabeza la vieja guardia norteamericana, los padres, los que lo empezaron todo: Dreyfuss, Teague, Loewy y más tarde Buckminster Fuller.

Loewy, de la Lata de Cocacola a la locomotora sin perder el estilo.

Loewy, de la Lata de Cocacola a la locomotora sin perder el estilo.

Dreyfuss, el padre de la ergonomía moderna. Un señor serio.

Dreyfuss, el padre de la ergonomía moderna. Un señor serio.

Sentarse en la mesa de diseño no exime a Teague de perder la clase. Es un señor.

Sentarse en la mesa de diseño no exime a Teague de perder la clase. Es un señor.

Buckminster Fuller en un tres piezas. Al fondo su cúpula geodésica.

Buckminster Fuller en un tres piezas. Al fondo su cúpula geodésica.

También los escandinavos Jacobsen o Saarinen, todos impecables siempre.

Arne Jacobsen en el SAS building de Copenhague, bien peinado.

Arne Jacobsen en el SAS building de Copenhague, bien peinado.

Pero sobre todo me acordé de los centroeuropeos, de Aicher, Gugelot, Conrad...

Gugelot y Aicher, gestaltung-ingenieur-superheroes

Gugelot y Aicher, gestaltung-ingenieur-superheroes

Hans G. Conrad, le contó Lufthansa al mundo sin despeinarse.

Hans G. Conrad, le contó Lufthansa al mundo sin despeinarse.

Y hasta de algún italiano, cómo no.

Marco Zanuso. Sí, italiano.

Marco Zanuso. Sí, italiano.

Esos hombres no se quitaban la corbata nunca, ni con los clientes, ni en el estudio ni para dar clase. A veces no era corbata sino pajarita, como Eames o Fuller en alguna ocasión. Pero siempre elegantes y formales, ya me entienden.

Un día Charles Eames vistió la HfG de Ulm. Me estalla la cabeza.

Un día Charles Eames vistió la HfG de Ulm. Me estalla la cabeza.

No es que llevasen corbata para ser influyentes, es que eran influyentes y por eso llevaban corbata. Su forma de vestir delataba una manera de entender el diseño, la del producto como estrategia. El traje era un signo y una consecuencia de ello.

Grandes entre los grandes

Grandes entre los grandes

Con su trabajo levantaron a Polaroid, Braun, Lufthansa, Honeywell, Olivetti o Siemens... Diseñaron las radios, los muebles, los teléfonos, los coches y tractores, los edificios y la comunicación de todo lo que dejó huella entre los años 40 y los 70.

Diseñando para Honeywell, sin chaqueta pero con corbata. Y remangados.

Diseñando para Honeywell, sin chaqueta pero con corbata. Y remangados.

No eran artistas, eran ingenieros. Su trabajo estaba en el corazón de la estrategia de las empresas que los contrataban. Ellos definían, junto con los más altos directivos no sólo el "cómo" sino el "qué" de la actividad empresarial de aquellos años.

Y llegaron los 70, Vietnam, el movimiento hippie, la contracultura. Con ellos una revuelta contra todo lo que fuera mercado, contra lo serio y lo racional, contra la modernidad.

Los 70 eran posmodernos: no hay una verdad sino tantas como personas, todo es válido, todo es aceptable. Si la modernidad decía que dos más dos siempre son cuatro, la posmodernidad replicaba que no, que dos mas dos puede ser tres, un millón o margaritas azules.

Los diseñadores posmodernos no buscaban la racionalidad. Para ellos la forma no seguía a la función sino a la expresión. No se consideraban gestalt-ingenieurs como los de Ulm sino evocadores de sensaciones, sentimientos... No querían diseñar electrodomésticos sino portadas de discos. Preferían el pincel al cartabón, les aburría la neutralidad silenciosa del Citromatic. Mucho mejor el humor y la chispa del Juicy Saliff.

Querían contar historias, no crear productos. No les importaba el negocio, eran juglares. Y se quitaron la corbata.

El resto de la historia os lo podéis imaginar: dejaron de ser estrategia, de definir el 'qué' de las compañías. Ya no les contrataban los CEOs ni los consejos de administración. No diseñaban el producto, diseñaban el envoltorio. Ahora les pagaba marketing. De ellos, unos pocos creaban moda, los más las seguían. Y lo que es parte de la moda ya se sabe: caduca al poco tiempo y hay que renovarlo cada temporada.

Pasó mucho tiempo hasta que alguien recuperó el diseño de la bacanal contracultural, del hippismo, el punk y hasta el new wave y lo devolvió a la estrategia de las compañías, al hacer bien, a la belleza desde la razón y la utilidad. Es divertido ver que esa persona lo hizo con un medio windsor anudado al cuello. 

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