Señales

Google Maps está tratando de mandarme un mensaje. Cada vez que lo abro, en lugar de situar el mapa en mi ubicación actual o en mi domicilio,  lo hace en un lugar aleatorio de la península:

Villar del Rey en Badajoz, Tobes en Guadalajara, Santa Eulalia de Jaen, Almazul en Soria…

¿Qué quieres, Google Maps? ¿Qué tratas de decirme? 

Veo pocos patrones en esa selección. El único obvio es que casi siempre se trata de pueblos pequeños en entornos rurales. Muchos despoblados. No puedo evitarlo, paso a Street View y miro cómo son esas carreteras, me veo en ellas. Las imagenes que me da Google Maps están tomadas casi siempre en verano, con sol cenital y mucha luz. Pero yo me imagino transitando esos lugares una tarde invernal de domingo y luz azul escasa, casi de noche.
 

 Lo he hecho muchas veces, he ido a recorrer esos lugares con el coche, a forzar esa sensación de soledad. Algo de luz pero no mucha, algo de frío pero no demasiado, algo de presencia humana, en realidad apenas ninguna. Acabo, casi siempre, metiendo el coche por caminos en los que no me podría rescatar la grúa si pinchase o rompiese algo. Si tal cosa ocurriese, sin cobertura y casi a oscuras,  tendría que buscar la primera luz tras un cristal, el primer indicio de calor humano.

Cuantas más gentes de ideas utilitarias existan, más aumentará la población urbana y más disminuirá la población rural.

Julio Caro Baroja, “Del campo y sus problemas”, 1966

José Manuel Navia, el fotógrafo que tomó las dos imágenes anteriores, estuvo en el Instituto hace dos días. Tomamos café y hablamos de lo que estamos haciendo estos meses, del orgullo que siento de que hayamos arrancado un programa sobre filosofía para creadores —él se licenció en filosofía— precisamente el mes en que el Gobierno retira la filosofía de los institutos. Pero no del nuestro, maldita sea ¡No del nuestro!

Navia impartirá un programa técnico sobre fotografía documental. Será en primavera y, aunque no está aún anunciado, no me lo puedo callar porque lo siento inevitable. Contar y hacer son estados simultáneos del acto de crear y necesitamos ponerlos al servicio de lo que más importa.


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Llegaron "Me acuerdos" hermosísimos. Tengo que sortear el libro de Perec entre quienes se animaron a contribuir. No me olvido. Será pronto.

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Vuelvo a abrir Google Maps y aparezco en las coordenadas 39°07’48.1" Norte y 2°09’48.3” Este.

Está claro, es una señal.

NYC 2016

Andaba perdido en aquella primavera lluviosa de 2016 cuando llegó la llamada de mi amigo Bernardo. Me pedía consejo y me proponía ir a Nueva York unos días a echarle una mano con su proyecto. Sin pensarlo, hice la maleta y volé hacia allí.

Recuerdo aquella semana con sensación de angustia, frío y humedad. Pasé del Madrid de astenia, sinsabor y abatimiento al Nueva York en el que siempre era de noche, noche lluviosa y solitaria.

Dicen que la fotografía es una buena forma de terapia. No estoy seguro de que tenga capacidad curativa, pero desde luego es, fue, una magnífica forma de desahogo.

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Trigo

Me ha deleitado este trabajo fotográfico titulado Trigo, porque me evoca tardes de verano perdido conduciendo por carreteras secundarias, en este enamoramiento mío por Castilla, tardío y definitivo.

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La Red Nacional de Silos, impulsada en su origen por el Servicio Nacional del Trigo (fundado en 1936 durante la Guerra Civil Española) fue un proyecto desarrollado a partir de 1940 que pretendía dotar a las zonas agrícolas españolas de una serie de almacenes de cereal (silos y graneros).

[…]

Trigo nace con el objetivo de realizar una reflexión acerca de la despoblación y el abandono de los pueblos, provocados por la evolución de la sociedades hacia los grandes núcleos de población, empleando para ello como hilo conductor, el estado actual de algunos de los silos o unidades de almacenamiento de la red secundaria de la provincia de Palencia.

Trigo es un proyecto fotográfico de Víctor Quintana.

Monasterio de Piedra y la ideología en el diseño

Estuve hace no mucho en el Monasterio de Piedra, cisterciense y desamortizado por Mendizábal en el s. XIX. Una familia catalana de industriales filántropos lo adquiere al momento y lo acondiciona para uso hotelero. A la vez, acondiciona un bellísimo paraje natural lleno de cascadas y naturaleza para los paseos de la sociedad cultural y burguesa de la época, imbuidos del romanticismo del momento. Me refiero a esa idea —tan dueña de aquel momento— que decía que los orígenes de nuestras culturas estaban en la piedra vieja del medievo y su esencia en la naturaleza; a ambas había que volver e incluso recrearlas, si fuese necesario, para ser fieles a nuestro pueblo.

Un detalle de la arquitectura cisterciense del Monasterio de Piedra.

Un detalle de la arquitectura cisterciense del Monasterio de Piedra.

El momento fue fascinante: se estaban conformando las dos grandes fuerzas del s.XIX: el nacionalismo y el internacionalismo, ambas confrontadas. El primero se alimenta de Hegel y su idea del Volksgeist, el espíritu del pueblo. Se construye recreando un imaginario de esencias identitarias: tipografías, leyendas, símbolos, lugares, artesanía, músicas, poesía… Toda una construcción narrativa a muchos niveles que diseñaba un “quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde debemos volver”.

La Cascada Cola de Caballo, en el Monasterio de Piedra, se habilitó para poder ser recorrida por su parte alta e incluso trasera.

La Cascada Cola de Caballo, en el Monasterio de Piedra, se habilitó para poder ser recorrida por su parte alta e incluso trasera.

Ese mismo espíritu que salva de la destrucción al Monasterio de Piedra y lo recupera junto a su paraje natural es el mismo que le pone una aguja que nunca existió a Notre Dame o forra un barrio viejo de Barcelona de una falsa piel de goticidad, como bien cuenta Agustí Cóncola en su tesis doctoral sobre el Barri Gòtic.

Aquí va un ejemplo es-can-da-lo-so que ilustra muy bien lo que describo: el Barri Gòtic de Barcelona, un barrio con apenas edificios originales del gótico, que en el s.XIX se te acondiciona completamente para evocar algo que realmente no fue, pero que enlaza con la idealización de lo que habría gustado que fuese:

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El Monasterio de Piedra, el Barri Gòtic de Barcelona, la aguja de Notre Dame, las tipografías vascas y mil cosas más, todas ejemplos del diseño como producto de la ideología del momento, igual que la cafetera italiana Moka, imbuida de Futurismo pre-fascista.

Las tipografías vascas, otro ejemplo de proyección visual identitaria que nace al calor del nacionalismo romántico del S. XIX

Las tipografías vascas, otro ejemplo de proyección visual identitaria que nace al calor del nacionalismo romántico del S. XIX

Dos ideas, por tanto: la primera es que el Monasterio de Piedra es un lugar bellísimo que merece ser preservado y visitado (en serio). La segunda que nada, absolutamente nada, se diseña sin la influencia o el impulso de la ideología dominante del momento.


Post Scriptum:
Una de las clases del Programa Vostok la suelo dedicar a explicar precisamente estos temas: cómo las ideas dominantes de cada momento determinan tanto el propósito como el diseño de lo que decidimos producir. Estoy pensando en convertir esa clase en una especie de taller-reflexión para a un grupo de 12-24 personas en septiembre. ¿Te interesaría asistir a algo así? ¿Qué coste verías razonable para una sesión de este tipo, de entre 3 y 4 horas? Por favor, dame tus impresiones en los comentarios.

Belchite

A cañonazos y a tiros, de un bando y del otro. Así mataron a Belchite durante la Guerra Civil. Un pueblo bello que, en la ceguera del combate, fueron cercenando, mutilando, perforando y derrumbando hasta que sólo quedaron piedras y el cierzo, que parece que aquí sople más frío y silbe más fuerte.

Paseo por sus calles de noche y siento el escalofrío.

Casi todos murieron. Los pocos que sobrevivieron se marcharon y dejaron calles, casas e iglesias derruidas a las que nunca quisieron volver; el pueblo había muerto.

No habría imaginado que un lugar desierto y ruinoso, sin una sola alma era donde mejor se podría entender la vida.

Fotos tomadas con la cámara a pulso, sin trípode, de ahí lo excesivo del ISO.

Fotos tomadas con la cámara a pulso, sin trípode, de ahí lo excesivo del ISO.

De ruta por Urano

Google Maps nunca defrauda cuando se trata de encontrar rincones exóticos, pintorescos o extraños. Ando preparando una escapada en coche para hacer fotos de ciertos paisajes y lugares y esta vez, la aplicación de mapas tampoco ha defraudado.

Aquí la vista satelital del lugar al que quiero acercarme:

Y aquí la vista de Streetview, a pie de carretera:

Uno pensaría que voy a adentrarme en algún planeta ignoto, iluminado por dos soles viejos y con vida inteligente.

Christopher Anderson y la intimidad

Hasta hoy no conocía el trabajo de Christopher Anderson, fotógrafo de Magnum que, según él mismo cuenta, cambió de la fotografía de acción a una fotografía mucho más intimista, de momentos y atmósferas. Su trabajo me ha recordado al de mi admirado J. M. Navia, quizás con texturas más limpias, menos wabi-sabi, si me lo permitís.

© Christopher Anderson

© Christopher Anderson

Dice Navia que no le interesa fotografiar lo exótico porque lo exótico sorprende siempre a quien no lo conoce pero carece de valor para el que está expuesto a ello, que la dificultad está en fotografiar lo conocido, porque ahí está el mirar hacia adentro. Viendo las fotos de Christopher Anderson veo justo eso: un hombre de Nueva York siendo capaz de encontrar lo íntimo en su entorno inmediato, de trasladarnos una calidez de sentimiento (y cromática) muy especial.

© Christopher Anderson

© Christopher Anderson

Es curioso cómo escuchando hablar a un fotógrafo de lo que le interesa ya puedes anticipar el tipo de fotos que hará. Quizás sea por la calidad humana que transmiten o por el tipo de cosas de las que hablan… Con Anderson me ha pasado eso; le he descubierto desde un video de Vice y antes de llegar a ver sus fotos ya sabía que me gustarían. Este es el video:

Al principio del post hablaba del cambio a una fotografía más intimista y se me olvidaba decir que, como cuenta Anderson, tuvo que ver con su paternidad —a todos nos cambia un poco el modo de ver el mundo— y eso me da la excusa para cerrar con esta bellísima imagen.

© Christopher Anderson

© Christopher Anderson

LAS LÁGRIMAS DE LIZ

Me maravillan las fotografías de Liz Kuball, en especial su serie Soledad, pero ahora quiero reseñar un precioso artículo que ha compartido en su blog y que titula On screens and Notre Dame. Es una deliciosa reflexión sobre la manera en que las pantallas han cambiado nuestra forma de viajar, de descubrir, de experimentar y sentir los lugares que nos son nuevos.

I cried watching Notre-Dame burn, I realize now, because it wasn't just Notre-Dame I was crying for. It was the memories of that trip to Europe when I was 21, of a time and a place that feels lost to me, as lost as Notre-Dame appeared to be as the flames consumed the famous spire. And yet Notre-Dame still stands, and will stand for hundreds more years, and that time before screens is gone forever.

La foto pertenece a Liz Kuball, de su serie California Vernacular

La foto pertenece a Liz Kuball, de su serie California Vernacular