Nos acordamos

Me acuerdo de mi padre leyendo el Marca a mediodía en la imprenta que había enfrente de casa.

Hellín, RTI

 

Me acuerdo de las tardes en la trastienda de la librería de mi madre.

Lugo, ALG

 

Me acuerdo de una mañana soleada en el jardín de mi abuela jugando a cocinitas con hojas y tierra. Y de cómo me molestaban los restos que se acumulaban en el dobladillo hecho burdamente por mi madre para ajustar los vaqueros que heredaba (inexorablemente) de mi hermano. 

Chiari (BS - Italia), ACS

 

Me acuerdo de mis abuelos jugando al scrabble cada tarde durante años junto a su enciclopedia.

Salamanca, MCB

 

Me acuerdo de los veranos que pasaba en la playa con mis abuelos. Los viernes venía mi madre y siempre me traía un cómic nuevo de Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape o 13 Rue del Percebe.

Madrid, IAC

 

Me acuerdo de mi madre cantándome nanas, pero más que su voz, lo que persiste en mi memoria es la vibración de su pecho y su calor.

DHM

 

Me acuerdo de las escaleras en donde jugaba a Dungeons and Dragons todos los días del verano de 1987.

Zaragoza, EPG

 

Me acuerdo de aquellas increíbles tardes de verano jugando en el pueblo con primos y amigos a las chapas, bien partidos de fútbol o etapas de ciclismo.

Sotillo de la Adrada (Ávila), ERS

 

Me acuerdo de una camiseta amarilla que tenía con 7 años. En ella había un pez en el centro relleno de agua; me pasaba horas apretando el pez y observando las burbujas moverse.

Galicia, SHA

 

Me acuerdo de los globos de agua que, mi hermano y yo, tirábamos al balcón de los "chuchos" del 3º.

Vigo, AAI

 

Me acuerdo del dibujo del rey León que hizo mi padre para la carátula de mi primer cassette.

Gerona, CCR

Me acuerdo de la deliciosa aunque estéticamente no apetecible sopa de verduras que servían diariamente en la cantina de la facultad de arquitectura.

Oporto, SUN

 

Me acuerdo del helado de pétalos de rosa que probé un verano.

Asturias, IDM

 

Me acuerdo del globo rosa que se me explotó en una tarde de primavera en el parque de El Retiro. Mi hermano me regaló el suyo azul.

Madrid, VBB

 

Me acuerdo del frío chapuzón con mi tío Paco de cualquier sábado a la tarde en un pequeño rio de ALAVA para pescar truchas a mano para la cena de unas horas después.

Vitoria-Gasteiz, JJB

 

Me acuerdo del calentón de leña en la casa de mis padres.

Ciudad Juárez, JM

 

Me acuerdo del sonido de los esquís deslizando sobre la nieve recién caída. Al fondo el silencio de la naturaleza. 

Valgrande-Pajares (Asturias), AMS

 

Me acuerdo de la escolopendra que vimos un verano en el baño del cortijo de mi abuela.

Algodonales, PRF

 

Me acuerdo de las paredes aún grises cemento. Era el cumpleaños de mi hermana y las velas estaban sobre una Contesa.

DF

 

Me acuerdo de los cómics Marvel (en blanco y negro) que mi padre traía cada viernes a casa el año de mi verano en cama.

Villameca (León), IRGL

 

Me acuerdo del termómetro puesto en el patio de mi abuela, bajo el sol extremeño de Agosto, para ver si ya podía salir con la bicicleta.

Medina de las Torres, JCG

 

Me acuerdo de mis dos tortugas, y del día que las liberamos en la cantera del pueblo.

Madrid, JBM

 

Me acuerdo del olor al entrar al quirófano con cuatro años. Recuerdo las luces en la cara, una máscara… y ya se corta el recuerdo. 

Cuenca, GOM

 

Me acuerdo de ver a mi abuelo encendiendo las brasas en el corral de su casa, a través de un ventanuco, en invierno porque aún no tenían calefacción. 

Los Cerralbos (Toledo), AMF

 

Me acuerdo de los perros que guardaban el callejón de la casa de mi abuela.

Navaluenga, MSM

 

Me acuerdo de la cuesta empedrada que llegaba hasta la placeta de San José donde vivía mi abuela.

Granada, CCJ

 

Me acuerdo de la sensación del viento en la cara mientras me columpiaba bajo la higuera del jardín de casa. 

Cantabria, AHPV

 

Me acuerdo de bajar al mercado del pueblo en el Citroen Tiburon de mi abuelo.

Pereiro de Aguiar (Orense), MMF

 

Me acuerdo del sonido del reloj de pared de casa de mis tíos.

Madrid, MGR

 

Me acuerdo del Adagio de Albinoni al final de la película Gallipoli, abrazada a mi abuela en el sofá y llorando las dos.

Torrelavega, LDB

 

Me acuerdo de mi madre pidiéndose "un bitter" en el bar del pueblo.

Bernardos (Segovia), MJA

 

Me acuerdo de la instrucción para hacer que en el ZX Spectrum sonara un pitido cada vez que se pulsara una tecla de ese teclado de goma: POKE 23609,255.

ARP

 

Me acuerdo del olor a hierba recién cortada al subir la cuesta al cole a primera hora de la mañana. 

San Sebastián, MJL

 

Me acuerdo de un abrazo largo, interminable, eterno,  en una escalera en vondelpark, donde todo cambió y todo empezó.

Amsterdam, PQF

 

Me acuerdo de la sensación de la bolsa de agua caliente y el peso de las mantas en los fríos inviernos de Castilla la Mancha.

Atalaya del Cañavate, RSS

 

Me acuerdo de la luz turquesa reflejada en las paredes de una cueva marina.

Polignano a Mare (Italia), LSD

 

Me acuerdo de una comida en casa de mi madre este verano, en la terraza mirando al mar, mi hermano y yo hablando de los dibujos que veíamos de niños nos vinimos arriba y cantamos todas las canciones que recordábamos. Me reí tanto que me dolía la barriga y lloraba de la risa.

Luanco, LGI

 

Me acuerdo del día que el camarero del Derby nos llamó la atención por besarnos. «Esto es un sitio decente», dijo.

A Coruña, JJ

 

Me acuerdo del sonido estridente pero armónico que hacía el primer módem con el que me conecté a Internet. 

Pamplona, AVG

 

Me acuerdo de los yogures de limón, calientes por el sol, que comía de pequeño en la playa de Ondarreta.

San Sebastián, JEA 

 

Me acuerdo de aquel beso nocturno, bajo un paraguas mientras llovía a mares. Era un beso prohibido y aquello hizo que no se repitiera y que se grabara en mi memoria. 

 

Valencia, DSV

 

Me acuerdo del olor a bizcocho recién hecho al entrar en casa de mi abuela paterna.

Castalla, RGLL

 

Me acuerdo de, con la ayuda de mi padre, meter el brazo en un fango negro arenoso en el antiguo puerto de Dénia y alucinar cuando mi mano encontraba berberechos.

Xàbia, CPP

 

Me acuerdo del olor a conejos, gallinas y naturaleza, en la modesta granja que mi abuelo cuidaba con tanto amor.

La Nueva-Asturias, AG

 

Me acuerdo de las truchas pasando entre mis pies cuando me bañaba en el río.

Rascafría, OMN

 

Me acuerdo del chirrido de la tiza sobre la pizarra verde del colegio.

Madrid, AM

 

Me acuerdo de las tardes de invierno al sol del mirador de mi abuela, jugando con ella a las cartas en una mesa camilla.

Soria, KV

 

Me acuerdo del sonido de la puerta y del olor a polvo de la buhardilla de casa de mis abuelos.

Poilhes, GG

 

Me acuerdo de los cuenquitos de colores con forma de hoja donde nos ponían la fruta cortada en la casa de Punta Umbría.

GBM

 

Me acuerdo del juego de la rana, verde, de hierro, con la boca abierta esperando el lanzamiento perfecto.

IB
 

Me acuerdo del olor de la piel de las mandarinas al echarlas al fuego en las noches frías de Navidad.

Huesca, MLL

Me acuerdo de que mi abuelo cuando venía de vacaciones llevaba en el bolsillo bacalao salado porque en el norte no te ponían tapa con el vino.
FMF

Me acuerdo de mi padre leyendo el Marca a mediodía en la imprenta que había enfrente de casa.
Hellín, RTI

Me acuerdo de romper, con mi primo, las almendras con un mazo en el patio de la casa de mi abuela.
Playa de Oliva, P.A.

· · ·

Gracias, de corazón, a quienes habéis participado.

 

Me acuerdo

Lo he visto ahí al solecito y no he podido evitar volver a hojearlo. Es un libro precioso, como todos los de Georges Perec, que no se comporta como sería normal, haciéndote pensar en las vivencias de otros; igual que hace la música, este libro provoca que mires hacia adentro, que reflexiones sobre tu propia vida.

En “Me acuerdo”, Pérec enumera recuerdos de su pasado sin orden, sin intención, sin tratar de demostrar nada. Te dejo tres ejemplos elegidos al tuntún:

Me acuerdo de que mi tío tenía un 2CV con matrícula 7070 RL2

Me acuerdo de que un amigo de mi primo Henri se pasaba el día entero en bata cuando estaba preparando sus exámenes.

Me acuerdo de un aperitivo que se llamaba “le Bonal”.

Siempre que llevo media docena leídos, empiezo a hacer ese mismo ejercicio casi sin querer, a acordarme del estampado de los sillones de nuestra casa en Barcelona, de una tarde lluviosa en que mi madre se tomaba un café con las amigas mientras yo me aburría o de los cómics de Spiderman que había en una casa que alquilamos una Navidad. ¡Maldito Perec, me está manipulando la mente desde una tumba del cementerio de Père Lachaise de París!

Hace muchos años, a mis alumnos de diseño les hacía leer “Tentativa de agotamiento de un espacio parisino”, donde Perec hace algo parecido: describe, sin pretensión alguna, lo que ve pasar por delante suyo mientras está sentado en una terraza de París: un autobús, una señora con un perro, un vendedor ambulante, el mimo autobús de nuevo… Les pedía a los alumnos que hiciesen ese mismo registro, eligiendo ellos el lugar, como forma de entrenar la capacidad de observación, necesaria para entender la relación entre tarea y contexto de uso en diseño. En primavera repetiré Programa de Diseño de Interacción y creo que volveremos a hacer ese ejercicio.

Memoria y tecnología, qué poco se ayudan, ¿verdad? ¿De qué me vale tener 10 terabytes en el disco duro si no tengo herramientas para conservar mis propios recuerdos, o los de mis padres para que los puedan tener mis hijos?

Ayer te hablé de recuerdos con olor a queroseno y hoy vuelvo al tema porque este puñetero libro se me ha puesto por delante. ¿Quién lo habrá dejado fuera de la estantería? ¿Habrá sido mi yo inconsciente, tratando de provocar que aflore algo enterrado en mi memoria?

Hmmm...

Te propongo un juego, un pasatiempo, un entretenimiento: deja aquí un recuerdo que te venga a la cabeza sin pensar mucho, algo de una o dos líneas, sin reflexión; sólo la descripción, o ni siquiera eso, la enunciación de lo que recuerdas. Insisto, no más de dos lineas. Publicaré todas las que lleguen y seguro que sale algo entretenido, hasta un poquito voyeur. Te pediré una cosa más: cuando dejes tu “Me acuerdo…” fírmalo con tus iniciales y el lugar donde transcurrió el recuerdo, si es que lo ubicas. Debería quedar así:

Me acuerdo de los cómics de Spiderman que encontré en un piso que alquilamos una Navidad.
Barcelona, JCC

Cuando los hayamos compartido, sortearé una copia del libro de Perec entre las personas que participéis, que me apetece regalarlo.

Venga, dale los comentarios y déjanos a todos tu recuerdo.

HfG, final.

En 1968, tras muchos conflictos, disputas y problemas de financiación, la Escuela de diseño de Ulm cerró sus puertas. Era primavera y la decisión ya estaba tomada. Su gente, aceptando el final, se relajó y celebró. En esta fotografía del momento hay más corazón que en toda la historia anterior de la escuela.

El cortejo, el vino, la música en la terraza, el vino, los niños… Parecieran mediterráneos.

Hace unos años, al verla y entenderlo todo, le dediqué estos versos:

HfG, final.

Hormigón,
línea recta,
estructura inmaculada.

Pasión desafecta.
Frío, niebla y escarcha.
No conoce lágrima
ni carcajada.

Asepsia transparente.
Desinfecta, desafecta,
estirada.

Apolo joven,
corazón de plexiglás,
entrañas de estireno,
piel de celuloide.

Sístole calculada.

Ese día fue distinto.
A punto de claudicar,
primavera del sesenta y ocho,
facturas acumuladas.
Nada que celebrar.

Y sin embargo,
o quizás por eso...

Tú última lección,
diástole liberada.

Porque todo se derrumba,
sonrisas, vino y cortejo.

Te impartió la clase,
te besó la entraña,
te hizo reír y llorar,
te salvó el alma
Dionisio el viejo.


Este post es parte de las cartas que envío desde “De Ulm a Cádiz”, un boletín donde comparto reflexiones personales en torno al diseño y sus territorios colindantes. Si deseas recibir estas cartas en tu buzón, suscríbete aquí.

Activista

En esto del diseñar
hay productos y hay servicios,
hay pantallas y botones,
relojes, móviles, ratones,
hay virtudes y hay vicios.
Qué te puedo yo contar.


Está quien dice y también hace,
quien que haciendo no dice,
el que blasfema y maldice,
y el que sin hacer no puede callar.


Quien critica y siempre llora
desmerece al que se aplica,
al que estudia y bien practica,
al que ora et labora.


Y llegada la hora no cuenta
ni color, ni talla ni edad,
ni carnet ni pasaporte,
ni guapura ni fealdad.


Que la cosecha sólo sabe
de entendimiento y trabajo,
de siembra, sol y labranza.
No importa ser plebeyo o señor
ni querer ser punta de lanza
de un ejército salvador.


El diseño mejor vende
si bien hecho y bien contado,
siempre así, nunca ha cambiado.
Lo sabe quien atiende,
y estudia bien el pasado,
que el corcel antes fue potro,
no hay lo uno sin lo otro
y nada viene regalado.


Sin sembrar quieres colecta,
y bien ansías la del vecino,
caminante no hay camino
si poco quieres andar.


No eres arco ni eres flecha,
churrullero sin profesión,
activista de salón,
he ahí tu vicio ladino.

Prefieres quemar cosechas
antes que fermentar el vino.

Cosecha (Kodak Portra 200 de formato medio)